28 agosto 2011

Tres cosas hay en la vida: afectos, metal y Perón

Acaba de cumplir años, en el día que la noche extingue, la Flaca más querida y, en el mismo instante, empieza a cumplir sus tres meses mi bebucho chanchón. Había que festejar.







02 mayo 2011

El Día de los Trabajadores y la pena (del) Capital

Está bien, vos después pinchás en la imagen y te enterás de todo, Google es de lo  más grosso que ha dado la cultura actual, pero, Sr. Google, hoy es el Dia de los Trabajadores, ni el Dia de la Industria, ni el Día de las Herramientas y los Medios de Producción, ni el Día Internacional del Capital. Y su dibujo, Sr. Google, no tiene un sólo trabajador.

Este día homenajea a los trabajadores pero, como cualquiera que tenga acceso a Google puede encontrar, el homenaje se instauró un día como hoy, porque un día como hoy, hace 125 años, los obreros de Chicago se cansaron de la flexibilización laboral, si se me permite la licencia idiomática y temporal, y empezaron una huelga que tuvo gran apoyo y cuyo eslogan era "Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa".

Los Trabajadores resistieron una gran batalla contra el Capital, y los palos de los batatas de entonces que podía pagar, y las traiciones sindicales, también a buen precio, y la eterna lealtad represiva policial, aunque no logró resistir del todo contra el también barato ejército mediático y el poderoso y siempre aristócrata brazo judicial.

Porque, si bien el 1ro de Mayo unos 200 mil trabajadores iniciaron la huelga que otros 200 mil apoyaban con la amenaza de seguirlos en la medida, la lucha, que fue el resultado de al menos dos años de reclamos, en la industrial y esclavista Chicago, se mantuvo un tiempo, el 2 y el 3, los trabajadores, unidos y en la calle, le demostraban al Capital que su policía por la fuerza no les iban a ganar y fue el 4, cuando seguían firmes en esa postura a pesar del recrudecimiento del embate de los uniformados, el Capital, que no carece de recursos, consiguió un infiltrado barato que tirara una bombita incendiaria y por el módico precio de un leal agente muerto y otro par de leales heridos, terminó aceptando la obvia jornada de 8 horas promulgada por Johnson, pero ni dos meses pasaron que los jueces, en un juicio inmundo, ya se habían cargado a los activistas anarquistas que comandaron la lucha, acusándolos del desmán: Los mártires de chicago.

El 1ro de Mayo se celebra, justamente Sr. Google, el inicio de la épica lucha de esos trabajadores por la dignidad.

No se celebra ni el 4, cuando fueron trampeados por el Capital, ni el 21 de junio, cuando empezó la payasada judicial con que el Capital, a fuerza de horca y cadena perpetua, les hizo sentir todo el rigor del escarmiento. La pena (del) Capital.

Los medios de producción, Sr. Google, históricamente, al menos en la cultura en que Google nació y se convirtió en una de las cosas mas grossas de esa misma cultura, son del Capital. Los medios, el dinero, las herramientas, son del capital, mientras que los obreros venden su fuerza de trabajo, la que se organiza, se desarrolla y se paga en relación al tiempo. El reclamo por la jornada de 8 horas es la traducción del reclamo salarial, redistributivo, participativo, democrático, equitativo, etcétera. Es sinónimo de la súplica por un poco de libertad, por algo menos de explotación y un contrato menos leonino o usurero o injusto entre el Capital y los trabajadores. En síntesis, representa la tensión existente entre la clase empresaria y la clase trabajadora.

Entonces, Sr Google, con sólo buscar en su invento virtual, advertirá que su dibujo de hoy parece más un homenaje simbólico al enemigo de los trabajadores que a los trabajadores. Ojalá que los suyos no sean tratados con el mismo descuido. 
     
Usted podría decirme, "justamente, somos un buscador, el mejor buscador del mundo, y un buscador se encarga de completar la información que al que busca le falta, sirve para encontrar lo que uno no conoce, lo que no está. Y el dibujo representa eso, porque dinero, fábricas y herramientas no sirven para nada sin los trabajadores y, en este caso, son los de Google los que completan el arte de nuestro logo de hoy".

Pero yo podría contestarle que, si fuera cierto, no sería una mala idea, aunque, para el caso, podrían haber sacado a los atletas del logo de las olimpíadas o a los animalitos del Día del Animal o a las flores y las mariposas del Día de la Primavera, disculpe que desconfíe de que justo inaugure su performance artística cuando de los trabajadores se trata.

No le critico su ideología, Sr Google, nadie puede desprenderse de ella, critico que en su nombre traicione a su clientela, a sus consumidores, a quienes acuden a usted con la ilusión de buscar información libre y conocimiento genuino. Un buscador no se puede hacer el boludo, Sr Google.  

Le dedico un muy feliz Día de los Trabajadores, Sr Google, a usted, a todos sus trabajadores, y a todos los trabajadores del mundo. Espero, me comprenda, uso el google pero soy de otra generación, para la cual no había mejor buscador que Polo Polosecki.  

07 febrero 2011

Una apuesta fuerte en favor de la cultura

El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y líder del Pro, Mauricio Macri, ha decidido ir por la presidencia y, cansado de los malos resultados que le han dado los intelectuales impopulares, como Abel Posse, el fino Palacios, etcétera, está decidido a redoblar la apuesta por la cultura nacional, aunque la oposición y todo el resto del planeta lo acusen de triste populista.descerebrado.

Luego de la apuesta a futuro que significó sumar a las filas del partido amarillo al Reutemann del siglo XXI, Orli Terranova, las genialidades políticas no cesan. La ex agente aeroportuaria y actual desnudista revisteril, María Luján Telpuk, y el cómico Miguel del Sel, son las caras nuevas encargadas de sumar a la original iniciativa del, por ahora, jefe de Gobierno porteño. La idea es que, si la letra con sangre ya no entra, con culos y boludeces va a pasar como por un tubo. Y no el del Maldonado.

Una de las iniciativas que se barajan es que el candidato santafecino, el Mi de Midachi, abandone el grupo cómico y forme con las otras dos personalidades de la cultura, un Centro de Estudios Políticos al que bautizarían MIORTE.

  






02 febrero 2011

Siempre serán

31 enero 2011

¿En qué quedamos? II

 Todo el mundo coincide en el récord de turismo de este año, que viene superándose feria a feria, y que puede tomarse como uno de los indicios de la bonanza económica, que los fabuleros de siempre no quieren aceptar.


El Popu dice que "Esperan un febrero récord como enero".


Crónica ocupa su título principal para presentar a "El mejor enero de la historia".

Tiempo Argentino, también, señala que "El recambio turístico auspicia un febrero a pleno", aunque puede ser una opereta de éstos oficialistas.



Al que sí que no se lo puede tildar de oficialista es a El Cronista de De Narváez, que se las arregla para encontrar la vuelta crítica con los precios y la falta de billetes, pero no puede ocultar, porque sería un papelón, el "Verano a full: a pesar de los precios y la falta de billetes, no hay lugar para la segunda quincena".
Pero, si hay algo que no le importa a las viejas oligarcas, cipayas y quejumbrosas, cuando se les desata el resentimiento, es cualquier papelón.
"En la costa, el balance de enero no fue tan bueno como esperaban", cacarea en el título principal el diario que pasó de ser el de mayor prestigio profesional a ser el Susana Giménez de la prensa escrita.
Ya me los imagino a Joaquín Morales Solá, a Mariano Grondona, a Fernancito Saguier, algún Mitre y a Darío Palavecino, cantando y bailando con la música de Vilage People con que Su cantó:
"Yo sólo quiero ser/ uuuu-na mu-jer",
pero con la letra cambiada:
"Yo sólo quiero al zurdo/ deees-pare-cer"




¿En qué quedamos?


¿En qué quedamos? ¿Macri gana o no gana? ¿Es una trampa o un editor que no lee las notas de sus redactores?








Por un lado, dice en la bajada que "Macri tiene garantizado el triunfo si se presenta a una reelección", según Equis, la consultora de Artemio López. Por el otro, en el quinto párrafo incluye los porcentajes del estudio, cita a Artemio aseverando que "No hay posibilidad de que no haya balotage" y asegura que "ni poniéndose al frente de la reelección, Macri tiene asegurado el triunfo".



El problema es que confunde a la gente y, sabemos, el electorado del Pro es la gente confundida. ¡No hagan campaña encubierta! 

30 enero 2011

La Nación promueve la libertad de expresión, de opiniones afines

     Pasé por La Nación punto com para ver los goles de Messi, porque hoy me había quedado sin leerlo, y me encuentro con una de sus típicas encuestas tendenciosas. Pregunta: ¿Está usted de acuerdo con la política inmigratoria de la Argentina? Ni más ni menos. No, con tal artículo o determinada medida, pregunta si el lector concuerda con toooda "la política inmigratoria de la Argentina". Todos sabemos que este tipo de preguntas, inmensas, generales y abstractas, sólo tienen malas intenciones.

     Siempre me pasa lo mismo: engrano, empiezo a discutir mentalmente y me desespera la idea de hacerlo en persona. La cabeza me estalla de ledirías y, de los escombros, siempre termino sacando una certeza superadora que, generalmente, me hace advertir el camino equivocado o me hace avergonzar. Ahora, por ejemplo, empecé a levantar presión, me dieron ganas de entrar a la redacción del diario sábana y gritar un par de cosas. Después, cuando me doy cuenta de que soy un boludo, de que estaba pensando inocentemente, como ahora con esto, me enojo mucho conmigo, me pongo colorado y agradezco no haberme metido en el coqueto edificio. Porque ensé como dos horas en lo que le diría a Saguier y a Mitre de su pregunta, de su encuesta, de la inmigración, de nuestros hermanos latinoamericanos, etc., etc., hasta decidí votar, a pesar de la pregunta pelotuda, pero, al pinchar en "Sí, estoy completamente de acuerdo", no me permitió seguir. Probé con "Desconozco la política y nada". Iba a cerrar la página y antes toqué "No" sólo por probar y ¿qué creen que pasó?...    

     Acertaron: voté que no estaba de acuerdo con las políticas inmigratorias.



    
     Pensé que los gorilas éstos nunca tienen una idea original. La manipulación de la información, la información encubierta, el populismo mediático, las encuestas falsas, en fin, el racismo y la discriminacióndo, no son inventos de esta época. Ni lo son la moral y la inmoralidad. Pero, creo que voy a tener que retractarme. Porque descubrí que La Nación inventó la Libertad de Expresión Variable (LEV). Consiste en velar por la libre opinión de todos... los que opinan como ese diario quiere. Asique, no quiero dejar de decir, aunque sea al aire, que aunque mi voto no modifique los porcentajes, sospecho que si yo no pude votar, tampoco habrán podido otros. Entonces, aunque ninguno de los lectores de La Nación me lea y aunque la presunta opinión de "la gente" opere a otra gente, esta encuesta carece de todo valor estadístico.

     La mentira no está en la falsedad de la encuesta, de última se venden con la pregunta idiota. Ni está en la LEV, porque asumen la vergüenza cuando el lector vota y se da cuenta (no creo que confíen ciegamente en el linaje gorila de sus lectores). Tampoco mienten al develar su preocupación por la inmigración, que cada vez viene más morocha. Pero, sí miente La Nación, cuando presenta esta bobada como una Encuesta. Una encuesta es una medición (de tendencia, de opiniones o posiciones porcentuales, etc) a parir de cuyo estudio se producirá alguna cosa, un cambio, una confirmación, un saber, etc. Los resultados, como toda información, son herramienta que influye en el resto de las personas. Un grupo de personas

     La dinámica inversa se denomina publicidad. La encuesta empieza con los encuestados, se establece en el ámbito de estudio y sale por el lado del saber, cuando puede ser convertida en influencia. El trabajo entero se orienta al saber, necesario para poder decidir y actuar libremente.

     La publicidad, en cambio, tiene su puerta de entrada por el lado opuesto, el de la influencia. La publicidad es persuación. Parte de la necesidad de dominar las voluntades sin que se note, sin la fuerza y sin necesidad de enfrentar al manipulado. El publicista necesita que los sujetos compren panchos, muestra una cantidad de gente que es feliz, fuerte y sabe volar, cuando come pancho, los sujetos la ven y pueden quedar influídos si quieren ser felices, fuertes y saber volar. El acuerdo de lectura es que los sujetos permiten exageraciones, falsedades e influencias cuando están ante una publicidad. reconocen el producto, más allá de la obra publicitaria, y se consideran avisados.

     Ahora, si la publicidad dice que el producto es un pancho y, cuando la gente lo compra, adentro del paquete hay un alfajor de chocolate, la cosa es un escándalo. Una pelotudez, una traición o la ruptura del contrato. La encuesta de La Nación, como tal, promete mostrar los resultados de opinión de la gente, pero lo que muestra es un cuadro, elaborado con el fin de que los falsos resultados cohesionen a los lectores en dirección a sus intereses. Parecen Bonelli tapando su carencia de argumentos con "la gente dice otra cosa". 

     Es inmoral pergeniar el modo de coptar el libre alvedrío de los otros, atacar su libertad y proponer cualquier enemistad o poner en riesgo a la paz. Como inmoral es traicionar la buena fe o los acuerdos con los otros o faltar a los contratos, por ejemplo. En este caso, la cuestión empeora, porque no sólo reune las inmoralidades antedichas, sino que la supuesta Encuesta no es tal y sus resultados tampoco son tales, agravado nuevamente por el hecho de estar publicada en un medio informativo y no publicitario. Es decir, el diario de los Saguier no dejó inmoralidad por cometer. La sección Encuesta bien podría ser rebautizada Estafa.

    Por último, hay que decir que no todo es malo. Quienes tengan una mínima experiencia podrán leer en este tipo de operetas, las intenciones, los planes, los intereses, las concepciones, etcétera, del medio. Porque no hace falta ser muy pillo para leer "¿Está usted de acuerdo con la política inmigratoria de la Argentina?", como un neologismo de "Terminemos de recibir a estos negros de mierda de Latinoamérica". Ni hay que serlo para advertir el plan de presión en ese sentido. Ni para adivinar intereses, por ejemplo, económicos, al sintonizar con su público, y políticos, al tratar de minar la unidad latinoamericana, entre otras cosas que los pintan de cuerpo entero..

18 noviembre 2010

¿Y qué tal si yo te doy el pase?

"Festejemos,
como pelotudos,
un año más
cerca de morir".





“Mi hija,
no sé si es la segunda o la tercera,
no me interesa.
Hace terapias alternativas,
reiki, yoga, masages,
todas esas cosas para que los burgueses consigan
en 2 ó 3 años
la relajación y la armonía
que otros tienen que lograr
tomándose un moscato
en Constitución,
antes de viajar tres horas
hasta Berazategui,
para bajar y sacarse las ganas
de prender fuego todos los edificios
donde habitan los que nos enseñan a ser sumisos y tolerantes
con los psicópatas que nos mantienen
como animales
serviles
tirando del sulky
donde pasean
los hijos de puta que inventaron eso”.




“Lo único que quería
era expresar mi deseo
de libertad sexual,
porque se lo reprime mucho al sexo,
se lo esconde. Se lo esconde
para que te de más ganas.
Te lo muestran de a poco
para que lo desees.
Culo en tapas de revistas,
culo para que mires un programa,
culo para que compres tapas para empanadas,
y mostrándote esos culos
inalcanzables
te meten en la cabeza la necesidad
de tener lo que no tenés,
desear lo que no deseás
y así tenerte toda la vida
colgado de las tetas
de esa vaca puta
de la que sale toda la bosta
de esta sociedad de mierda”.


“Por hoy es todo,
prefiero no despedirme,
porque las despedidas
entre los seres humanos
me dan un poco de tristeza.

Aunque los encuentros,
también.
Porque en cada encuentro,
encuentro
cada vez más pelotudos,
que festejan encontrarse
con otros pelotudos,
en reuniones
 que son un verdadero intercambio de pelotudeces,
buscando al pelotudo
perfecto
con el cual planear un viaje a Cataratas.
A las cataratas de la caca
a la que vamos navegando
en lancha
distraídos por la mediocridad
del hermoso paisaje
del río Paraná
de la mierda”.

15 noviembre 2010

Pedrazza y La Nación, un sólo corazón

(El siguiente es un documento publicado hoy por la agrupación política de periodistas, La Gremial de Prensa, en solidaridad con los trabajadores que el centenario diario La Nación emplea en condiciones contractuales pauperizadas, compañeros comúnmente conocidos como tercerizados (flexibilizados, pauperizados, vulnerados...), término que recientemente adquirió cierta espantosa celebridad a causa de la misma lucha de otros tercerizados que derivó en el asesinato de Mariano Ferreyra.)



NO A LOS DESPIDOS EN COVEDISA
La Nación también terceriza trabajadores

     El diario La Nación tercerizó su sector Club de Lectores, mediante la creación de Covedisa, en paralelo a la reestructuración de administración que llevó adelante durante 2008/2009 con despidos y retiros voluntarios “obligatorios” de unos 100 trabajadores de prensa. Esta maniobra para precarizar a los trabajadores incluye también la decisión arbitraria de encuadrarlos en el gremio de comercio, cuando son en realidad trabajadores administrativos del gremio de prensa.

     Condiciones de trabajo precarias: falta de agua, falta de instalaciones sanitarias, lugares de trabajo oscuros, rotación permanente de personal mediante la artimaña de no permitir que los empleados superen los 2 meses 3 semanas y 4 días de prueba (correspondientes a la ley de trabajo, y no al convenio de prensa) y el impedimento del ejercicio de tener representación gremial interna (hay una sola delegada para 600 trabajadores), llevaron a un grupo de trabajadores a formar una comisión de reclamo, reconocida por el Ministerio de Trabajo.

     Como represalia la empresa despidió a estos compañeros y hoy va por otros 120. Por reincorporación inmediata, por condiciones de trabajo dignas, por libertad gremial y por el encuadre de los trabajadores en el gremio de prensa.

     La ausencia de la conducción de nuestro gremio en la defensa de los derechos de los trabajadores, del estatuto del periodista profesional y de los convenios colectivos, permitió que las empresas avancen en la precarización de los trabajadores de prensa, tercerizando tareas y convirtiendo a muchos trabajadores en proveedores cuando en verdad realizan un trabajo de convenio.

Facundo Martínez, Analía García, Flavia Vogel, Fernando Tato Dondero, Néstor Piccone.

Por LA GREMIAL de Prensa

11 noviembre 2010

Cosa de locos (dignos, no como los locos peligrosos del Congreso)

"¿Qué quiere decir La Colifata?
Locos que quieren que todos
sean felices"


Como dicen los locos (me refiero a los publicistas que trabajaron para la bebida Aquarius de la multinacional Coca-cola), la experiencia de la radio La Colifata, motivo de orgullo del nivel del colectivo y la birome, es un ejemplo de las cosas, trascendentales, geniales y humanas, que son capaces de ser producidas por este pueblo bendito, cuando se pone a pensar en el otro y también, uno de los factores que contradicen la versión de la Patria impotente, bananera, egoísta, incapaz y retrasada de la biografía oficial privada.

El reconocimiento, sea de parte de la poderosa multinacional u obra de los publicistas, de un proyecto dirigido a un sector que podría ser marginal y que supone una inversión estatal que ceos y publicistas podrían considerar un gasto y su puesta en marcha, un esfuerzo que a ninguno convencería, más la aplicación de una teoría psiquiátrica más humana; por parte de un sector que se presume ideológicamente enfrentado, es una feliz sorpresa.  
 



No es difícil advertir la contradicción entre los "locos que quieren que todos sean felices" y una multinacional capitalista. Por más décadas de publicidades promoviendo la alegría, siempre ligada a la gaseosa, está claro quién está de cada lado. No quedan ya dudas de quiénes en el mundo quieren que todos sean felices y quiénes, que también quieren que sean felices todos... sus dueños y gerentes. Pero ello  no anula el reconocimiento, sino que lo valora. Más allá de la efectividad publicitaria del discurso políticamente correcto, que lo hayan debido reconocer como tal también es importante. 

10 noviembre 2010

Por la pacificación de la sociedad

Los que se la pasan diciendo, con mucho menos desgano que el que ponen para analizar las cosas y ordenar aquello que van a decir, que son partidarios de no voltearse a mirar atrás, que están por la pacificación, que manifiestan sonoramente su aversión por la violencia y los carácteres más bullangueros; los que entienden la paz como ausencia de conflicto, y sortean los conflictos, silenciándolos, dicen odiar la violencia, pero lo que odian es la violencia en las formas en que ellos son más débiles para resistir.

Quienes son pacifistas desde su sillón, disfrazados de políticamente correctos, no sólo ejercen una violencia superior, sino que además la redirigen. Los que proponen lo más campantes dejar de mirar atrás como un maestro ético respaldado por el valor de la reconciliación, cuando atrás están las víctimas de las peores injusticias: a) No es un pacifista inocente sino un encubridor hijo de puta, b) No invita a la reconciliación, más bien propone a las víctimas que soporten una prolongación de la injusticia y de la violencia que ya padecían. Pero, además, nunca remite el pedido pacificador a los victimarios, ni les pide que dejen atrás sus viejos enconos que hasta hoy no les permite soltar los secretos. Rara forma de reconciliación concibe el que la piensa cosa de un sólo lado, más parecida a un perdón que a una reconciliación y, c) Tampoco está en contra de la violencia, como dijimos, sino que persigue una causa selectiva. Así como rehúye de la violencia de quienes piden justicia y de la de sus verdugos, también detestan la de los piqueteros y sindicalistas, por ejemplo, pero no la de la autoridad y la de la gente seria. No es políticamente correcto alguien así. Es un retardado ignorante o un perverso hijo de puta. Y eso es lo que no quieren ver los que piden clemencia o hacen distinciones con gente como Mirtha Legrand, que son perversos hijos de puta detrás de su actuación. Y el mensaje que su personaje contrabandea es nocivo. Para la paz, para la democracia y para los seres humanos. 





09 noviembre 2010

Del maldito espíritu confrontativo

Encontré esta enrevista cortita a Luca Prodan
y me pareció interesante
para pensar en rasgos de otras épocas
y colores originales.
Para pensar en el espíritu confrontativo
pero leal
de otros tiempos.
Ver que la cagada no está en la confrontación
en las diferencias
o en las separaciones.
Sino que
la cagada
está en no admitirla
no admitir confrontación
ni tensión
ni puesta en discusión.
La cagada es
no aceptar que somos distintos
con
gustos, ideas, opiniones y pasiones
diferentes,
con
ritmos, carácteres, estilos y sensibilidades
disímiles,
con
talentos, atributos, virtudes y cualidades
disparejas.
Con
defectos, debilidades, flaquezas, temores, sufrimientos, imposibilidades, fobias, lamentos, 
y
fortunas, intereses, preferencias, costumbres, historias, recuerdos, memoria,
emociones,
pulsiones,
bienestar,
malestar,
dolores,
posibilidades,
herramientas,
funciones,
sanciones y penitencias,
amistades y contiendas,
ídolos,
referentes,
y mierdas.
Todo diferente.
Y
hasta
quizás,
también diferente,
el relato 
oficial
y quienes
se lo han
contado.
   





La vida por no confrontar

¿Reflexionar no será confrontar con uno mismo? ¿No estaré siendo un salvaje kirchnerista K, de estilo confrontativo? ¿Se me -¡Dios mío!- notará? ¿Me desterrarán del circuito de moda?

Ahora pregunto en serio: ¿sería justo, por culpa de este amanecido rechazo por la confrontación, perderse algunas piezas fundamentales para el rompecabeza de la concepción de arte de Luca Prodan, o de cualquier otro artista,  porque antes criticó a Soda Estéreo y a Virus? ¿Por su estilo confrontativo?

Alguna vez, quizás muchas otras más, se vivió en un país en el que la valentía de asumir la tensión no restaba imagen positiva, desprestigio o rechazo. Muy por el contrario, el rock fue rock en tanto que puso en escena el gesto rockero por excelencia, el de asumir una postura. Como la política. Sólo así el rock fue ícono cultural que logró estatura para confrontar con la política.

La propuesta de la no confrontación, no su repetición idiota, sólo puede ser idea de quién sabe que es más débil. O, que es más débil su razón. Y entonces no le conviene. Pero no conozco a nadie que resigne su supervivencia, mucho menos entre los grupos empresarios corporativos que diseñaron la estrategia de la no confrontación.

Lo que no les conviene no es la confrontación, eso, sépanlo, nunca lo van a abandonar. Dirigen el discurso contra la confrontación, sin embargo, porque lo que no quieren es que la contienda se lleve a cabo sobre el escenario, ante el público. Se manifiestan en contra de la confrontación cuando lo que quieren, en realidad, es correrla de la escena pública. Sin erratas. Aunque en ello los apoyo. Porque podrá ser vil decir una cosa por otra, y más cuando se trata de los especialistas de la comunicación-pilares fundamentales de la democracia-agentes de la verdad, pero, en honor a la verdad, más despreciable y cínico luciría la inscripción "Donde dijimos la ruina del mundo es a causa de la confrontación, debió decir la ruina del grupo será a causa de que la confrontación se vuelva de dominio público". Las erratas son herramientas contemplativas del público y sería una especie de burla que justamente quienes pretenden demonizarlas con el sólo objetivo de que quede vedada a la ciudadanía, puede traicionarnos a todos, estafarnos o perjudicarnos, guarecidos en la privacidad de sus cloacas o en el control del relato desconcertante, pero no puede burlarse de todos porque el orgullo es un sentimiento que únicamente es posible en el ámbito público, no se daña ni se repara el orgullo en la intimidad, y la humillación no se olvida.


El espantoso mundo (obsceno y violento)
en que todos confrontan al aire

Entonces, decía, la intención verdadera al combatir públicamente la confrontación es la de velarla y vedarla, apropiándosela. Y con ella, a la instancias de discusión. Donde se reparten derechos, obligaciones, deberes, garantías, esfuerzos, beneficios, bienes y compromisos.

No les conviene la práctica confrontativa en tanto que práctica política, primero, para que no se vuelva una costumbre extendida, y segundo porque, por un lado, el relato de un round en vivo no deja margen para ser manipulado y, por el otro, porque la fuerza que tienen no es televisable: primeros planos de descoloridas tretas legales, antiguas historias de coimas y sobornos; presiones, coerciones y coacciones fuera de foco, vetustas épicas de injusticias y privilegios... nada, todo basura, ni siquiera da para material blanco y negro, que pueda rellenar los sábados del canal Volver sin poner un peso.

Los reyes de la imagen y el contenido y la tecnología y la calidad y los contenidos, en fin, los reyes del relato, en gran medida canonizados por el apoyo de su dominio y su excelencia de la estética, saben por eso mismo que sus pelafustanerías no son televisables. Están condenados a padecer un gran pixel de tiniebla, son los príncipes de las tinieblas, y es en las tinieblas en donde son poderosos y, arrastrando las almas de a una, separadas, cercenadas, vulnerables, a sus oscuros reinos es como prefieren confrontar.

Es la historia infinita del ejército del mal. Los señores de las tinieblas son débiles en la luz. Sea el Diablo, Valdemort o Magnetto. Su poderosa inteligencia, su fuerza privilegiada, su entrenada insensibilidad o el talento innato para el mal, no son tan eficaces fuera del reino de las tinieblas. Por eso en todas sus historias, las tramas de sus múltiples embates siempre dieron cuenta de los mismos dos procedimientos: el rapto para el cautiverio en las tinieblas y la alianza con infiltrados reclutas del mundo de la luz. Así, dominarán la lucha en la oscuridad tenebrosa de un juzgado corrompido, fogonerán en la claridad artificial de adoctrinadas producciones culturales, al tiempo que atacarán por el otro flanco, en la iluminada palestra popular, con el cuerpo de las temibles viejas conchudas, sin mezquinar ni una descarga en su sangrienta balacera a repetición, en el nombre de grandes causas, como la paz, o detrás de banderas inmensas de bondad, que logran tapar sus motivaciones, odios, recelos, rencores, desprecios, discriminaciones, etcétera.


Historia de una confrontación anunciada

Soy de la época en que un padre -o cualquier sujeto mayor o de jerarquía superior- estaba eximido de dar cualquier explicación, de fundamentar una postura o de tomarse algún trabajo dialéctico para dirimir la confrontación que fuera. "No le vaya a contestar a su tata", era la premisa sagrada, "no sea mal educado", "no falte el respeto a los mayores", etc. Pobres padres venidos de costumbres autoritarias peores, en las que ni hablar sin permiso era posible, y la discusión era una afrenta, una falta grave de educación y de moral, indiferentemente del contenido del diálogo, el sólo hecho de contestarle a esos padres era un ataque y una herida al orgullo, sin embargo, era una relación culturalmente  más contemporánea, o sea, más comprensible. Cuando ellos fueron los padres, arribaron cargando bártulos con autopromesas de ser mejores, más abiertos, más comprensivos, cajas y cajas de errores que no cometer, junto a los bultos de valores, principios, límites y demás concepciones, que volaron por el aire en cuanto el burrito de la vida se desbocó, aguijoneado por la espuela de la globalización y el progreso. Soy de la época de los padres que fueron mejores, pero hubiesen querido ser mejores aún. De cuando la realidad atropeyó planes y certezas, cuando se usaba mucho el dicho de "el hombre propone y Dios dispone" y las espaldas se arqueaban por el peso de la bolsa inmensa de contradicciones: que un hombre de bien, que no dejes que nadie te pase por encima, que los derechos de uno empiezan donde terminan los demás, que el respeto a la autoridad, que la inteligencia, la astucia, la humildad, el amor propio, el qué dirán...

Mi padre era de la época en que a los padres no se los contradecía ni se les discutía. Esos preceptos ligados al respeto, a la autoridad, a su función en el cuadro institucional familiar, forjaba la organización familiar cohesionada por el jefe de familia, por encima de padecimientos, miserias, guerras, ignorancia y demás debilidades que pudieran atentar contra su imagen y contra la buena familia. Pero también, padres e hijos eran más cercanos temporal y culturalmente. Podían entenderse hasta sin hablar. Podían compartir gustos, costumbres y hasta la vida. Cualquier práctica cultural de los núcleos (sociales, en este caso) deriva inevitablemente proyectado al todo. Mi padre era de la época en que la democracia era bastante poco posible.

Yo, en cambio, soy de la época en que la opresión llegó accidentalmente de la mano de la confusión. La confusión del progreso, la de la medicina, la de los bancos, la de los nuevos consumos, nuevas velocidades, distintos caminos; la confusión de las novedades tecnológicas, de la velocidad, de las máquinas, las drogas, la proliferación de ideas y de instituciones y de nuevos valores y de otros contratos y de la mar en coche.
Las buenas intenciones de los padres que habían sido paridos en los revolucionarios 60's y 70's, no fueron truncadas por el nuevo estatus, las responsabilidades o por las concepciones de la adultez, sino que chocaron de frente con el andamiaje resultante de esas revoluciones, inmenso e inabarcable, en cuya monstruosidad reencarnaron aquellos miedos viejos. Los cortes etarios, las separaciones generacionales tajantes, las distancias culturales y de consumos y de objetivos, incluso novedosas amenazas, flamantes expresiones y sitios inauditos, por citar algunos factores que despedazaron su fortuna en experiencia, y los volvieron inseguros, conservadores y reaccionarios. De todas formas, lograron mejorar. Y admitir paulatinamente las opiniones de los demás, incluso la de los menores, dependientes, inferiores y tutoriados. La misma distancia generacional que se incrementaba, forzaba a consolidar una relación más sana de intercambio e interacción, por la misma necesidad de aprender de esos otros cosas del nuevo mundo. Y fue una época en la que la democracia se hizo más posible, casualmente.       

Hoy nadie, o casi nadie, descarta el diálogo con sus hijos por cuestiones de honor, orgullo o pleitesías aristocráticas. Ni se pesan ya las veces que uno y otro contendiente tuvo razón, algo que de manera totalmente irreflexiva jugaba un rol importante, también. "Vos siempre querés tenés razón", "¿quién sos, el dueño de la verdad?". Ya no se dan órdenes a los niños, sino que se les piden favores. Ni se les imponen cosas sin las debidas explicaciones. Estoy tentado de decir que hoy, la democracia, tiene más posibilidades. Pero temo que, como a la generación anterior, alguna sorpresa trunque las razones de mi optimismo. Como la campaña antidemocrática en contra del estilo confrontativo.


En conclución, por espíritu confrontativo

En fin, todo sólo para reivindicar el valor de la honestidad y la lealtad, de la confrontación como un modo más de relación entre humanos iguales, además de uno de intervención, participación, colaboración y compromiso. La soberanía no es decidir cuándo me baño o qué comprar o dónde comer, la soberanía es el respeto a la propia individualidad, el compromiso con la propia libertad y demás derechos humanos, la obligada militancia por un mundo mejor, por el bien del mundo y por el bien que al mundo le hace la democracia y la militancia, como su práctica básica. Que no es el voto, como muchos creen. O el libre alvedrío doméstico.

La confrontación, en este marco, debe ser una práctica objeto de un orgullo mayor al de campeonatos mundiales de fútbol o premios nóbeles. Todo esto, sólo para recordar que quienes están detrás de la sanata  que le apunta a la confrontación y sus perdigones alcanzan a los Kirchner y a la política y a la ciudadanía, son los príncipes del mal que, agazapados en sus señoríos de las tinieblas, intentan dañarnos una vez más. Los loros repetidores reclutados por el mal, no son necesariamente malos pero constituyen el ejército del mal.  El diablo siempre se las arregla para encontrarle la vuelta a los débiles y conseguir que le obedezcan. El diablo sabe de miedos, prejuicios, odios, discriminaciones, envidias, miserias e ignorancias. El hombre común que se convierte en un estúpido repetidor de bobadas, como un buen soldado, es un pobre tipo subordinado a lo inconfesable de sus motivaciones y que es tomado por el ardor de esas pasiones secretas, que calma cada vez que repite la sanata. El funcional repetidor, inconciente y autoperjudicial, es un ser que se contenta con rascarse el codo cuando le pica la mano.  

02 noviembre 2010

Mucha gente

Mucha gente vota por intuición.

Mucha gente no va en busca de la información, espera que le llegue.

Mucha gente piensa en política con categorías extrañísimas.

Mucha gente sin argumentos utiliza esas categorías cuando los argumentos de la política se le acaban.

Mucha gente inventa cosas.

Mucha gente repite cosas que le parecen raras, le parecen buenas porque le son raras, porque se siente miserable y todo lo extraño le es bueno.

Mucha gente queriendo derrocar un gobierno democrático a causa de su estilo. Mucha, pendiente de la ropa y las carteras.

Mucha gente que ora critica a Néstor por mal vestido, ora critica a Cristina por bien vestida.

Mucha gente tiene mala leche.

Mucha gente mala leche sabe que es desleal con la verdad, sabe que sus verdaderos argumentos son inconfesables, suponen que la causa lo justifica y se consuelan imaginando un otro peor.

Mucha gente se jacta de sus pioladas y son los primeros en denunciar las ajenas, además de explicar con justeza que es el factor responsable de todos los problemas nacionales.

Mucha gente florea su viveza y la de sus ídolos, pero no hay cosa que la embronque más que la vergonzosa viveza criolla.

Mucha gente practica el nacionalismo de la frase que dice que Argentina es el mejor país del mundo, si le sacan a los argentinos.

Mucha gente se cree buena y no entiende la diferencia entre equidad y caridad.

Mucha gente se considera en contra de la discriminación porque su mapa de jerarquías sociales no incluye negros o judíos.

Mucha gente se la pasa diciendo que la gente es una mierda.

Mucha gente no se le para si no se comporta como una mierda.

Mucha gente también dice “nadie te regala nada”, “si no te cuidás vos, quién te va a cuidar”, “quién se cree que es”, “quién te creés que sos”, “negro de mierda”, “antes de que te cague, cagalo vos”, “la política es sucia”, “los sindicalistas son vagos”, “se la pasan tomando mate” o “son tod@s iguales”.

Mucha gente empieza un relato, diciendo “Yo no tengo nada contra los…, pero…”.

Mucha gente se cree libre y soberana pero se la pasa diciendo de otro que “Es impresentable”.

Mucha gente odia a los bocones. Mucha, los odia más cuanto más pobres son.

Mucha gente dice respetar la lucha de las Madres, sólo para poder criticar a Hebe.

Mucha gente, cada vez menos, dice que Pelé fue mejor que Maradona para no decir que un negro es más pintorezco que un cabecita negra.

Mucha gente se preocupa más por la seguridad de sus bienes que por la de los niños.

Mucha gente se inventa que la culpa de la pobreza es de los pobres ignorantes que andan en cualquiera y tienen hijos a troche y moche.

Mucha gente se preocupa por los problemas de los demás para poder aconsejar con tono de voz sobrador.

Mucha gente tiene espectaculares arrebatos de orgullo o reclama respeto o hace valer sus derechos sólo quien considera miserable.

Mucha gente se la juega en contra de la opresión cuando el que violenta su libertad es el limpiavidrios del semáforo.

Mucha gente se la pasa propagando la complicidad de la Policía con el delito y después sólo se le ocurre pedir más policías en la calle para combatir la inseguridad.

Mucha gente siempre dice “No es lo mismo” cuando no puede resolver alguna contradicción.

Mucha gente nunca le da monedas a los chicos de la calle, para no alimentar mafias.

Mucha gente teme a muchas cosas.

Mucha gente prefiere inventarse toda una historia antes que enfrentarse a una contradicción.

Mucha gente remarca su predilección por los próceres de antaño con la tranquilidad de que están muertos.

Mucha gente es sanmartiniana y si pudiera separaría a la Argentina de Latinoamérica y la llevaría a Europa.

Mucha gente dedica un respeto especial a los ricos.

Mucha gente se acuerda de los chicos desnutridos para ganar una discusión.

Mucha gente se va a arrepentir.

Mucha gente es servil.

Mucha gente me la chupa.

28 octubre 2010

De repente

1.

Se fue como vino. De repente.

De repente había uno que se parecía a Tristán.

Sus movimientos torpes, su modo de hablar torpe, sus ojos de alineación torpe y su voz de frenillo corto, tan distante de la de serios locutores y políticos cancheros, una voz torpe, nos parecía que lo perjudicaban. Ahora pienso que no, que quizás fue ese alo de torpeza el que burló los prejuicios de los popes corporativos, el mismo que tal vez también lo resguardó del todos del que se vayan todos.

Una de las cosas que se va a decir de Néstor en los manuales de historia es que tenía una capacidad asombrosa para revertir situaciones adversas.

Hoy nadie se acuerda de quién es Tristán. Ni De la Rúa, por ejemplo. De la Rúa se la pasó todo su mandato tratando de salir del estudio de Tinelli. Néstor tomó el bastón de mando al revés pero solucionó su incertidumbre de inmediato, revoleándolo para acá y para allá.


2.

Todo el mundo es prisionero de sus subjetividades. Todos miramos con nuestros ojos, tocamos con las propias manos y recordamos con imágenes personales.

Yo pensé todo el día en una parábola propia. En el 2003 yo vivía con mis viejos. Me acuerdo de la risa de mi vieja cuando Néstor asumió, caminó entre la gente con su saco abierto, y se chocó con una cámara. Una risa que se le ahogó –madre, tenía que ser- cuando vio la sangre en su frente.

La risa de mi vieja es una de las cosas de la vida que me proporciona una felicidad inmediata. Más felicidad y más instantánea que la merca.

Hoy tengo esa risa intacta en la mente, como si no hubiera pasado un solo día de los más de siete años que pasaron. Y me presiona la cabeza desde que esta mañana su llanto en el teléfono cerró la historia.

Atendí el celular, que decía que era ella, y su voz entrecortada, grave, casi ronca, me preguntó “¿Estás viendo la televisión?”. No gritó “murió Kirchner” ni ninguna de sus variantes, ni dio rienda suelta a su llanto, trató de no asustarme, de suavizarme la mala sangre, primero me cuidó. Mi vieja es de esas que dan la vida por la familia, cada uno de sus días, sin jamás jactarse de nada. Nunca se le pasa una necesidad ajena, como nunca faltó ni un vaso en la mesa. Siempre me pregunté por qué los funcionarios no tienen al menos a una madre entre sus asesores.

Si hasta ahí lloraba como un hombre, su esfuerzo terminó de convertirme en una niña.

“Sí, es un desastre”, le contesté. Recién ahí largó el llanto. Miraba a Néstor en la televisión y escuchaba a una mujer destruída, como cuando miraba a Néstor en la televisión y escuchaba a una mujer feliz.

No serán categorías de la ciencia política pero, para mí, Néstor fue eso que fue de la risa de una mamá al llanto amargo de despedida.

3.

Dormí poco. Me había acostado tarde y temprano apagué el despertador para esperar al censista. Casi como un acto militante. Siempre tuvo sólo dos lados la política argentina. Nadie, ninguno, por más que se crea lo que se crea, está fuera de uno u otro. No importa ahora definirlos. Quería esperar al censista con la casa limpia y la mesa ordenada. Quería mimarlo, invitarlo a pasar, convidarlo, que sintiera nuestra confianza. Quería, por poco que fuera, que mi lado estuviera bien representado. Si el otro lado había operado en contra del censo, había trabajado el miedo y la desconfianza, yo quería hacer todo lo contrario.

Cuando ya estaba listo para la visita, con la tele apagada y la música prendida, un “Murió nestor!” escrito en el teléfono se convirtió en el mensaje de texto más triste de todos. La fuente era muy confiable, pero igual tuve que ir a la televisión para terminar de entenderlo.

Tenía el celular en la mano. No sabía cómo decírselo a Penélope sin shockearla. Se lo dije en voz baja. No me creyó y levanté la voz. Tuvo que venir a la televisión para entenderlo. Sonó el teléfono de casa.

El @aguilucho estaba del otro lado de la línea, más muerto que Néstor. No se puede decir que hablábamos. Llenábamos los espacios entre los sonidos guturales con palabras avaladas por el diccionario, como para que no parezca una charla de monos. “Terrible”, “increíble”, “es un desastre”… hasta que el @aguilucho dijo una frase entera: “siento que se murió un pariente, alguien cercano al que conocía mucho”.

Todavía apretaba el celular con la mano derecha cuando empezó a sonar el llamado de mi mamá. Corté con mi amigo y, una vez que mi vieja se aseguró que estaba enterado, me dijo: “siento que se me murió un pariente muy cercano”.

Traté de consolarla, y, ante mi impericia para el consuelo, me decidí por un rosario de puteadas contra la oligarquía, intercalando las mejores medidas del kirchnerismo, para correrla un poco de la angustia depresiva de la tristeza. A los tanos nos es más saludable la rabia.

Por suerte le tuve que cortar porque llegó el censista. Cuando abrí vi que era “la” censista y cuando nos sentamos frente a ella vi que Penélope y yo llorábamos en silencio agarrados de la mano.

La mujer ordenaba sus papeles y hablaba como desde lejos. Alguien no la atendió y alguien no la dejó pasar. Pensé que no quería hacerse cargo de nuestras lágrimas, pero ahora supongo que no las vio porque la televisión dijo “consternación” y ella se apuró a decir “yo no, yo no estoy consternada”.

La mirábamos en silencio. Pensé un chiste para más tarde. Para ajusticiarla ante mis amigos. “No quise provocar el primer muerto del censo, para no hacerle el juego a la derecha”, pensé que remataría el relato, mientras la censista llenaba varios puntos sin preguntar. Pero, cuando preguntaba sí nos miraba y no pudo no habernos visto los ojos hinchados y rojos, o las mejillas mojadas. Sin embargo, la emprendió contra el censo y sus preguntas. Y nosotros manteníamos el silencio. Creo que sentíamos lástima. Yo sentía lástima. Me pregunté si sería docente, si habría estado mejor que ahora en otra época y qué pensaría del futuro. Penélope contestaba sola porque yo estaba extraviado. Me acordé de “no preguntes por quién doblan las campanas…”. Pensaba preguntas, pensaba cómo puede ser que el libro de Hemingway tenga tantos años y todavía no lo hayan aprendido. Pensaba si la compasión no sería más dañina que un cachetazo o un par de gritos. Al menos para que no vaya repartiendo su veneno con las preguntas. No me decidí.

4.
Me interrumpió la censista porque necesitaba saber si la semana pasada había trabajado al menos una hora. Y el sentido de la pregunta me preocupó. Espero que ello no constituya un índice de empleo. Ordené jerárquicamente los problemas y me sentí un triste pelotudo viéndome tras la causa del Censo, militando por el bienestar de los censistas.


Néstor, al revés. Siempre hubo grandes causas detrás de cada puntada. Parece mentira. Nadie daba nunca dos pesos por el flaco. Ni por sus decisiones. Y no es que me olvide de las ficciones con que la puta oligarquía, en posesión de los medios, ensució toda su obra, pero hay que ser honestos y acordarse de que tampoco dábamos demasiado quienes sabemos saltar la opereta mediática. Y si el flaco cumplía, igual tenía que pasar otra prueba.

No hablo tanto desde la culpa como del sentimiento de la impotencia humana para ser una especie justa en todo momento.

Hablo de la complejidad de todo esto. De la coptación del sistema cultural, del dominio de los discursos, de su potencia ineludible.

Por más angustia que tenga no me puedo culpar por desconfiar del flaco al principio. Y mucho menos culpo a los demás. Después del retroceso alfonsinista, de la revolución productiva de Menem y las promesas del De la Rúa, que iba a ser el maestro, el policía y no sé qué más, de cada argentino; quién puede sancionar tal desconfianza.

Cómo se podía arriesgar, a priori, a favor de uno que llegaba de la mano de Duhalde. Cómo votar a Scioli vicepresidente. Cómo estar del lado de quien renueva las licencias al Grupo Clarín. ¿Era posible encontrar la aguja estratégica en el pajar de enemigos? ¿Había alguna posibilidad de sacrificar de nuevo la buena fe? ¿La entrega, el apoyo, la complicidad…? ¿Quedaba ánimo para volver a sentirse burlado, ridículo, intelectualmente desprestigiado?

No voté a Néstor para presidente. Pero no me voy a disculpar, como la titular de la LGBT, María Rachid. Me arrepiento, sí, pero pienso que el flaco va a entender que así como él tuvo que embarrarse más de una vez por la gobernabilidad o por el proyecto, en secreto, nosotros vimos a muchos otros irse a vivir al mismo lodo.

Nuestra desconfianza fue parte del mismo problema. Así como Néstor no podía ir contra todos como un kamikaze, nosotros no podíamos afiliarnos compulsivamente.

5.

Pienso, por ejemplo, en la necesidad de todos de recurrir a la TV para asimilar la realidad como se acude a una biblia. Me pasó a mí, le pasó a Penélope, a mis amigos, a la gente que cruzaba en la Plaza, a Diego Maradona. Hablo de una biblia escrita por el diablo. “Néstor no se murió/ Néstor no se murió/ que se muera Magnetto/ la puta madre que lo parió”, cantan en la Plaza.

Pienso en la instancia de poder que significa, no sólo por el hecho de la propiedad concentrada de los medios de comunicación y los sectores de producción cultural ni por el más grande monopolio ideológico que constituyen cuando se asocian, allí Clarín y su socio La Nación y su subsidiaria Perfil.

Hablo del decálogo moral diabólico que se filtra con cada relato. De la redefinición demoníaca del bien y del mal. Del nuevo complejo de fundamentos impuesto por la violencia pacífica y de su contundencia en el plano de los intereses particulares como en el de los de clase. Hablo de quiénes tiran la piedra y no esconden la mano, la usan para culpar a su enemigo.

Hay mil ejemplos, y de todos los colores.

Cuando los estudiosos de esta biblia comenten sus conclusiones, deberán explicar logros extraordinarios del dominio del sentido común y del discurso social.

Si la Biblia de Dios pugnaba por la comunión, la del diablo hace todo lo contrario. Se sabe desde hace mucho tiempo que el secreto del dominio es la división de los enemigos. “Divide y reinarás”, dice el dicho. Lo que se perfeccionó en estas diabólicas escrituras catódicas, al extremo de llegar a dividir hasta la misma unidad. El reinado perfecto es el de haber llegado a dividir hasta a los sujetos en sí mismos. Llevando a los individuos al extremo de manifestarse en su contra. Manteniéndolos ocupados en pelearse consigo mismos, perjudicarse, culparse, incriminarse, despreciarse, etc. Personal y generalmente. Contra sí y contra su grupo.

Mirando la televisión hasta los pobres temen a los pobres, los negros se acusan de negros y los argentinos despotrican contra los argentinos. Una biblia con un paraíso terrenal en Miami, en cuya historia negros, indios, pobres y otros, tienen menos alma.

Por temor a ser excluídos, son muchos los que toman como propias las certezas de las santas escrituras catódicas y llegan a autorechazarse.

El reinado del mal no necesariamente se caracteriza por una violencia mayor, como por los resultados de sus acciones.

El nuevo catálogo viste de traje al bien y con harapos al mal. Entonces, la vieja harapienta dirá “qué bien vestido está ese muchacho”.

Cuanto más cara es la marca que se usa, más cristiano se es, según la pantalla que reemplaza a la piedra de Moisés. La conciencia no está tranquila ya, si no está a la moda. Y estar a la moda cuesta y va en exclusivo beneficio de las oligarquías que las imponen. De modo que hacerse un bien sea posible siempre y cuando se haga un bien mayor a las corporaciones.

La política pasó al lado del mal, su práctica está sospechada, desprestigiada y fuera de moda. Perdió relación con la honra, la entrega, la lucha romántica, el bien común. Es asociada en la nueva ficción con una cosa de vagos, amoral, corrupta, peligrosa y sin elegancia. El ciudadano abandona así la única herramienta con que la democracia le permite defenderse. Y los poderosos se aferran a ella porque saben que es la clave de la dominación. Y ocultan su militancia. Develando que saben que están mintiendo con el catálogo. Los feligreses lo siguen, sin embargo, como chupados como una secta.

Sujetos que creen ponerse a salvo de los ámbitos políticos rechazan además a quienes participan e intentan rescatarlos como a un adicto. Escapan de los militantes como de los vendedores pesados. Inventan motivaciones espúrias detrás de cada opinión.

Quienes tienen buenas intenciones y se colocan del lado opuesto al de las corporaciones, aunque logren saltar el cerco mediático, no lograrán nada sin siquiera el apoyo de aquellos por quiénes trabajan.

Tampoco podrá avanzar en su cometido el dirigente que carezca de poder. Lo que quiero decir es que yo nunca me alié con Duhalde pero tampoco hice nada por los jubilados. Tampoco quiero estar cerca de Scioli o charlar con Mazza pero importa poco lo que quiera yo, si cuando quiero salud y educación pública, una Justicia independiente o una distribución equitativa, soy impotente para conseguirla.

Néstor también me enseñó eso, o me lo reafirmó. La importancia fundamental de la militancia, la prepotencia del trabajo, la prioridad de los objetivos comunes sobre el egoísta prestigio personal. Néstor recategorizó a la política argentina, demostró que es mentira que no sirve para nada y sumó a una prometedora juventud, lo que deberá ser recordado entre sus mayores logros. Lo que no puede perderse. Mucho menos ahora, con los resultados puestos, con la evidencia de los hechos.

Militancia y estrategia, prepotencia de trabajo y una dirección objetiva. La fuerza en pos de un plan concreto. No se juega la responsabilidad política en la belleza del discurso imposible. Quizás sean más bonitas las propuestas públicas de Jorge Altamira, por ejemplo, pero si nunca ha logrado consolidar ni una, son tan positivas para el pueblo como las del mal. ¿Cuál es el hombre más coherente con sus convicciones, entonces? ¿Cuál, el más responsable?


6.


La versión del catálogo diabólico ficcional, los medios en poder del sector corporativo, puso a cada iniciativa una mancha. La moda, el saber común indiscutible y la convicción de que lo políticamente correcto es el traje de opositor. Que no requiere deliberación. Es un corset tan seguro como estúpido. La piolada es estar en contra.

Entonces, el desprestigio de la política no es el único frente con el que atentan contra la soberanía.

Si la opereta periodística sola horada a cualquiera, con sólo mantenerse atenta a desvirtuar cada movimiento, no hace falta decir cómo daña en este contexto, en el que sólo es uno de los frentes que forma parte de un ejército temible.

Tenemos grabado en la memoria los fondos que el gobernador Kirchner depositó en una cuenta bancaria extranjera. Pero no el origen de esos fondos, ni cómo fue que el mandatario provincial logró que Santa Cruz ahorrara más de 500 millones, cuando al asumir el déficit ascendía a los 1.200 millones. Es decir que no era la primera vez que lo hacía, cuando sacó a la Argentina de la crisis.

Vimos la insistencia con la que lo mostraban con Menem, sin mencionar ni las regalías que obtuvo ni el período en el que estuvo contra Menem. Porque se puede decir que es más de lo mismo, si se recorta la historia. Por ejemplo, que como todos recortó los salarios al asumir la gobernación. Pero, la verdad recortada es una forma de la mentira. Y es mentira recordar el recorte y olvidar que, a diferencia de todos, en menos de un año los volvió a aumentar a niveles superiores.

Ese maltrato fue constante. Y efectivo. Recordamos cuando se discutió la 125 o la renacionalización de los fondos previsionales. Y escuchamos a algunos de sus propios perjudicados, repitiendo la versión que sus verdugos les vendían en los medios. “Sólo les importa hacer caja”, decían, como decían que era un títere de Duhalde o que lo manejaba su esposa. Y mucha gente compraba. Muchos, que en su vida habían vivido aumentos sostenidos de sueldos, que nunca oyeron de aumentos jubilatorios, que conocieron las colas para buscar trabajo… justificaban después su odio en el “carácter confrontativo” del gobierno.

Néstor se encargó de subrayar que la lucha es siempre a fondo. Desnudó la treta de los que piden paz sólo cuando no tienen seguridad de que van a ganar la guerra. El capital que siempre perjudicó a los sectores populares, que no reparó en violencias (económicas, físicas, estructurales, legales…) para mantener sus privilegio, lo acusaba de autoritario. Denunciaba ataques si se pretendía que pagara impuestos o intervenciones y atropeyos si se le criticaba las condiciones laborales. Los mismos que apoyaron ajustes, recortes, dictaduras, ahora querían mostrarse como víctimas. Algunas personas, incluso del sector popular, repetían la versión oficial de los medios privados como una opinión propia. Otros esperamos que la versión de que Guillermo Moreno atiende a los empresarios con un fierro sobre el escritorio, sea cierta y que los fierros asciendan a cuatro.


7.

Néstor enorgulleció a unos cuántos. Se ganó más adeptos a medida que los resultados iban sorteando el veneno mediático, y con cada promesa que cumplía. Terminó con la vergonzosa Corte Suprema y prometió una independiente. Cumplió. Prometió que no iba a reprimir la protesta social y cumplió. Se comprometió con los derechos humanos y bajó el cuadro de Videla. Se dijo que trabajar por los DDHH no es bajar un cuadrito y, aunque no se dijo que los juicios contra los represores fueron activados como nunca, igual cumplió. Asumió, como evoca Artemio, con menos votos que desocupados. Y recuperó parte del sistema productivo que, quienes le hacen la guerra contribuyeron a destruir. Y lo mismo con las reservas, hizo. Y con el FMI. Nadie se acuerda, pero en la Argentina antes de Kirchner se temía más al riesgo país que en Chile a los terremotos. Nunca nadie se atrevió a meterse con Papel Prensa y todos los gobiernos fueron perjudicados por Clarín, intocable a partir de ese monopolio. También fueron perjudicados los demás medios y hasta los canillitas, esquilmados. La gilada, no obstante, se hizo eco de los supuestos planes K para controlar a la prensa. Les digo gilada porque no es posible desconocer el control de la prensa ejercido por monopolios privados y hacerlo una bandera cuando -juguemos a que es cierto- el que lo hace es el Estado; ellos mismos.

Maradona es otra víctima del poder y sus armas mediáticas. Con su prestigio de prócer y todo le cuesta la batalla. No son pocos los pelotudos que priorizan la vergüenza que le causa un villero público antes que el orgullo de que sea el mejor del mundo. No sólo yo escuché a pelotudos con frases como “Maradona sería el más grande si cerrara la boca” o “es muy bocón”. El poder se sintió molestado y se dedicó a cosechar los prejuicios sembrados. Celebraron tanto sus hazañas como sus tropiezos.

El Diego dijo al salir del velorio de Néstor: “A estos contras, quiero que Cristina los pelee como los peleaba Néstor. Hay que matar la hipocrecía en la Argentina”. Y Diego es bastante permeable a la versión oficial de los medios. Pero igual se dio cuenta de que la causa de Néstor era de verdad.

Otro que lo vio trabajar y lo apoyó siempre, a pesar de sus peleas; que es extrapartidario y también sufre la saña de la prensa, es Luis D’Elía. Una vez rechazó mis temores sobre el entonces jefe de Gabinete, Sergio Mazza. Dijo que estaba tranquilo porque “¿sabés las horas de instrucción política que le dedica Kirchner?”.

Aquel salvaje favorito de los medios, el monstruo que cortó el alambre ilegal de los campos de Tompkins, el que tomó una comisaría impunemente luego de que fuera implicada en el asesinato, no impune, de un amigo, el patotero que le dio una piña a un socio de la dictadura; ayer lloraba como un nene. Lloraba un llanto desesperado, como lo son los de las tragedias. Como los que se vieron ayer por todos lados pero son extraños en las personas públicas.

“Duele fuerte”, dijo Evo. Un indio, un pobre negro para los normales de los medios. “No tengo consuelo, te quiero mucho Flaco”, twitteó Aníbal, detrás de ese bigote tan fuera de moda.

Los que saben de política, de historia, de la vida, en fin, los que no necesitan de la televisión para pensar, no encuentan consuelo por semejante pérdida.

Los otros, que además de estar bien necesitan que los diarios digan que están bien, para estar del todo bien, capaz que ni lloraron.

Kirchner también enseñó eso, que nada se compara con los prejuicios, con la fuerza de la discriminación o la droga de los privilegios. Más que prosperidad, muchos prefieren una posición distante respecto de otros. Y ello le sirve al Capital. Pero, también enseñó que los malos son pocos sin los traidores y que el secreto para aislarlos está en la obra de gobierno. Todos tenemos nuestra causa. Si el desempeño político es incesante y justo, tarde o temprano, van a ser tocados. Los prejuicios de la cabeza terminan derrotados por los consejos del corazón. Eso también me enseño.

Néstor se fue como vino, de repente. Pero dejó tanto en el medio que no me alcanzan los días de duelo para terminar de llorarlo. Y prometerme (y prometerle) pelear por su causa, abrazar la militancia, regalar la fuerza de trabajo a la causa y no al juicio del empresario. Con esa cara de pelotudo se rió de los prejuiciosos y demostró que hay una posibilidad de soberanía, de respeto, de orgullo, etc. Que nada tiene que ver con los valores del poder. Ni con las versiones favorables a sus intereses que convierten de prepo en sentido común.

Se fue, fiel a su estilo, de repente. Dejó cosas por hacer, no hubo tiempo. Pero ya no es el que se parece a Tristán, es Néstor Kirchner, el mejor político de esta época.

Hasta siempre Néstor, te voy a extrañar mucho. Y no me va a alcanzar la vida para agradecerte.

27 octubre 2010

Hasta siempre, compañero


Hay palabras
para describir este dolor
pero
es al pedo.
No es inefable
es inentendible.
Hasta siempre
compañero.


26 octubre 2010

El opio de los pueblos



Ayer, a eso de las 8 de la mañana, un revuelo de gente rodea a alguien de saco marrón y jeans claros que va por la vereda de una avenida porteña; saludándolo, palmeándolo o acercándosele con un comentario. A esa hora, más de 10 personas fuera del ámbito del transporte público, es un revuelo.

   Me pregunto si es un rolling stone o una estrella del Bailando… y descarto de inmediato la idea del político. San Nicolás no es barrio afecto a la política.

   Espero, y me sorprendo al ver, desde la vereda de enfrente, que del tumulto emerge el técnico de River, Ángel Cappa. Lo veo irse, siguiendo con los saludos, entre apretones de manos y gestos hacia las bocinas. Subo a mi trabajo y se lo cuento a los futboleros de la oficina.

   Siete horas más tarde salgo un rato antes, apurado por un trámite. Cruzo, mi diariero me demora con algún comentario político y casi me choco con el flaco alto que me arranca un “grande, Angelito, un maestro”. Cappa baja la cabeza, sonríe, dice “bueno, gracias, gracias” y se saca la timidez con tres palmadas fuertes en mi homóplato.

   Mientras le cuento al diariero quién era y que esa mañana también lo había visto de lejos, lo perdí de vista. A modo de excusa, de esas que nadie pide, le doy razones para mi cholulismo.

   Me acuerdo de José María Aguilar en la presidencia, de la lista de estrellas surgidas del semillero, a pesar de cuyos pases al exterior, el club terminó en la ruina (D’alessandro, Cavenaghi, Mascherano, Demichelis…). Me acuerdo de los Schenkler, de Daniel Pasarella en su peor faceta, la de técnico. Me acuerdo de la ropa del Cholo Simeone y de la esposa y del bañero; de la tibieza europea del chileno Manuel Pellegrini y del Pipo Gorosito.

   Me acuerdo de Tuzzio y de Ameli, de la suerte que no tuvo el Ogro Fabbiani y de la inexperiencia del negro Astrada para manejar grupos, empezando por el caso Ortega.

   “Tantos años esperé que River dejara de ser un papelón y volviera a jugar más o menos al fútbol, que a este tipo lo banco aunque la AFA lo bombee hasta el final y no saque un sólo resultado”, le dije al diariero. “Yo a Ramón, su menemismo, sus negociados, su pelea con el Diego, su cercanía con el lado malo… no lo quiero”, le aclaro, “pero, desde que se fue él que River no jugaba ni parecido a River, ni lo intentaba, hasta la picardía fue perdiendo”.

   También pensé en la parte de la hinchada y de los socios, celebrando a cada nuevo DT, indiferentemente de sus ideas y propuestas, para defenestrarlos invariablemente un mes después, en lo tremendamente poderosa que es la maquinaria del negocio y la facilidad con que se intoxican con cualquier noticia, en la desesperación por ir palpitando el fútbol y olvidarse del trabajo; pero no dije nada de eso.

   Llegó un joven y el diariero dijo “uh, mirá, este es otro de los arrepentidos de Pino”. El pibe, con barba y saco gris, se rió y quiso devolver la chicana, pero mi diariero se puso a contarme a los gritos que el otro había votado a Solanas. “Terminala, no me hagás acordar”, reclamó clemencia.

   Ví venir el colectivo, saludé rápido y troté hasta la parada.

   Conseguí asiento en el fondo, pero no podía dejar de pensar en qué piensa la gente, cómo elabora sus opiniones, cuáles son sus procedimientos para decidir el voto, el colegio de sus hijos o una frase en la feria… en fin, tengo tres inmensas dudas pesadísimas, culpa de Cappa:

1. ¿Son mayoría o minoría quienes suscriben o rechazan, eligen o descartan, benefician o perjudican; casi sin tomarse el menor trabajo de reflexión?

2. ¿Son más felices quienes perciben los elementos, los analizan y luego producen conocimiento, o aquellos que anteponen prejuicios, intereses, coincidencia con grupos afines, etc., catalogan los objetos en función de ello y luego producen los argumentos que sostengan tal o cual postura?

3. ¿Cuáles toman mejores o peores decisiones?